En el tercer sector hablamos mucho de transformación digital, pero muchas veces la entendemos solo como renovar ordenadores o instalar el Office de turno. Y sí, eso suma, pero se queda corto. Si de verdad queremos innovar, mejorar nuestra forma de trabajar y generar más impacto social, tenemos que empezar a ver la tecnología como algo más que cacharros. Es hora de incluir en nuestros presupuestos herramientas digitales de calidad, y sí, también suscripciones premium
Cuando hablamos de transformación digital en el tercer sector, a menudo pensamos en comprar ordenadores nuevos, renovar móviles o contratar un paquete de Microsoft Office. Y sí, todo eso es importante. No vamos a negarlo. Pero si realmente queremos que nuestras entidades avancen en innovación social y en tecnología al servicio de las personas, necesitamos abrir la mirada: no se trata solo de hardware, ni solo de lo de siempre.
La verdadera transformación digital no es solo tener más dispositivos. Es cambiar cómo hacemos las cosas. Es entender que la tecnología no es solo el soporte, sino también la forma en la que innovamos, trabajamos en equipo y generamos impacto. Por eso, no basta con llenar nuestras oficinas de ordenadores relucientes: hace falta apostar también por el software, los servicios digitales y las herramientas adaptadas a los nuevos tiempos.
En muchos presupuestos de proyectos sociales encontramos partidas destinadas a «equipamiento tecnológico». Perfecto. Pero la pregunta clave es: ¿estamos destinando recursos a herramientas que de verdad mejoren nuestros procesos, nuestra comunicación, nuestra capacidad de llegar mejor a las personas?
La realidad es que, muy a menudo, compramos ordenadores… para seguir trabajando únicamente con correo electrónico y documentos Word. Mientras tanto, ahí fuera, el mundo digital avanza a una velocidad que da vértigo. Plataformas de creación de contenidos interactivos como H5P, herramientas de gamificación como Mentimeter, aplicaciones para crear formularios, vídeos dinámicos, mapas colaborativos… Y no hablemos de sistemas de gestión de proyectos sociales o plataformas de evaluación de impacto basadas en la nube.
La buena noticia: muchas de estas herramientas ofrecen versiones gratuitas.
La mala noticia: si queremos ir más allá de lo básico, si queremos de verdad personalizar, hacer un uso profesional y transformador de la tecnología, las versiones gratuitas se nos quedan muy pequeñas, muy rápido.
Y aquí es donde entra una idea que necesitamos defender sin complejos: apostar por suscripciones premium no es un lujo, es una necesidad.
Pagar una pequeña cuota anual o mensual nos permite acceder a todas las funcionalidades: presentaciones mucho más dinámicas, formularios ilimitados, almacenamiento seguro, personalización adaptada a nuestra imagen de entidad, estadísticas detalladas para evaluar nuestro impacto… herramientas que hacen que el trabajo diario sea más efectivo, más atractivo y más participativo.
Pero no se trata solo de «hacerlo bonito». Se trata de ofrecer mejor experiencia a las personas destinatarias de nuestros proyectos: contenidos más accesibles, talleres más dinámicos, actividades más inclusivas.
Y se trata también de algo tan básico como garantizar mayor seguridad y soporte técnico, evitando quedarnos colgados en mitad de una formación o perdiendo información importante.
Si no apostamos por herramientas premium, nos limitamos a innovar con muletas.
Porque la innovación real necesita buenos cimientos, y eso incluye invertir en tecnología adaptada a nuestras necesidades sociales.
Además, estamos hablando de cifras muy asumibles: muchas suscripciones premium cuestan menos de 10€ al mes. Sí, menos de lo que cuesta un desayuno de equipo. ¿No vale eso la pena para ofrecer proyectos más sólidos, sostenibles y eficaces?
Lo mejor es que muchas de estas herramientas ofrecen descuentos para entidades sin ánimo de lucro. Canva, Slack, Trello, Loom, entre muchas otras, ofrecen versiones gratuitas o a precios reducidos para ONGs. Pero para acceder a ello, antes tenemos que dar un paso: pensar más allá del ordenador y la fotocopiadora.
Rompiendo el mito de que en el tercer sector «todo tiene que ser gratis»
En el mundo corporativo nadie se plantea no pagar por herramientas digitales. En el tercer sector, a veces seguimos atrapadas en la idea de que «como somos sociales», debemos conformarnos con lo gratuito, lo básico, lo mínimo.
Pero invertir en tecnología de calidad también es invertir en derechos, en inclusión, en bienestar colectivo. Y deberíamos poder decirlo alto y claro en nuestras memorias de actividades y justificaciones de proyectos.
Pedir en un presupuesto 100€ anuales para una suscripción premium que mejora la participación juvenil, que facilita talleres online para mujeres supervivientes de violencia, o que hace accesibles actividades para personas con diversidad funcional, es tan necesario como pedir sillas, folletos o transporte adaptado.
Apostar por innovación también es responsabilidad social
La transformación digital social que queremos no se consigue solo actualizando hardware. Se consigue entendiendo que el software es una herramienta de cambio, y que la innovación no pasa solo por hacer más, sino por hacerlo de manera más inclusiva, creativa, participativa y sostenible.
Incluir suscripciones premium en nuestros presupuestos no es un capricho…
- Es un acto de responsabilidad.
- Es tener visión de futuro.
- Es apostar de verdad por un tercer sector que no solo usa tecnología, sino que también innova con ella.
Si te interesa la Tecnología Social, este es tu sitio. 🙂
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