¿Puede una IA como ChatGPT tener más autoridad que una profesional humana a la hora de guiar a una persona en su búsqueda de empleo? Lara Vidal, experta en orientación y competencias digitales, nos invita a reflexionar sobre este nuevo escenario. En este post exploramos cómo integrar la IA en los procesos de acompañamiento laboral sin perder el alma del oficio.

Tenemos el inmenso placer de contar con Lara Vidal, conferenciante, speaker, docente y comunicadora como partner invitada del mes de Abril de 2025. Una apasionada de la tecnología que ha estado trabajando durante muchos años en la orientación laboral y que ha contribuido, entre muchas otras cosas, a hacer posible el documento «DigCompLabor». Un marco de competencias digitales desarrollado por Cruz Roja Española y la Fundación Secretariado Gitano, adaptado específicamente para profesionales de la inserción laboral y que ya incluimos como buena práctica en este mismo blog: https://clubdigital.larueca.org/digcomplabor-competencias-digitales-para-profesionales-de-la-insercion-laboral/.

Os dejamos el Linkedin de Lara: https://www.linkedin.com/in/laravidal/?originalSubdomain=es

La orientación laboral en estos momentos de incertidumbres laborales ¿la IA me quitará o no me quitará el trabajo? cobra especial importancia. Las profesionales de la orientación laboral tienen un gran reto por delante. Por un lado, deben adaptarse ellas mismas a este futuro incierto en su propio puesto. ¿Puede ChatGPT dar mejores consejos sobre un CV que ellos/as mismos/as? ¿Qué pasa con esas nuevas profesiones que «no sabemos ni pronunciar» y que tienen un alto grado tecnológico e innovador? Que no cunda el pánico. Para Lara esto es una oportunidad, una forma de darle la vuelta a lo que veníamos haciendo y además apoyarnos en nuevas herramientas que nos dan la capacidad de ser mucho más.

Os dejamos con ella.

¿Nos van a sustituir?

Lejos de reemplazar la labor humana, tal como explica Lara en el vídeo, la IA puede ser una gran aliada para quienes acompañan a otras personas en su inserción laboral. Desde herramientas que mejoran la redacción de un currículum hasta aplicaciones que entrenan entrevistas simuladas, el potencial de estas tecnologías es enorme. Pero su verdadero valor no está en la herramienta en sí, sino en cómo las profesionales del acompañamiento laboral somos capaces de integrar estos recursos de forma ética, crítica y consciente.

En este sentido, el marco DigCompLabor impulsado por Cruz Roja y sobre el que Lara hace referencia, juega un papel clave. Te recordamos que puedes descargarlo desde aquí: Esta referencia no solo plantea qué competencias digitales deberían tener las personas que buscan empleo, sino también qué competencias necesitan quienes las orientan. ¿Cómo podemos guiar a alguien en un mercado laboral digitalizado si no dominamos nosotras mismas esas habilidades?

Adaptarse no significa renunciar a la esencia del acompañamiento laboral —basado en la empatía, la escucha activa y el empoderamiento— sino enriquecerlo. Incorporar la IA en la orientación es también garantizar que nadie quede fuera de las oportunidades que el futuro ya está dibujando.

¿Cuando la IA habla, escuchamos más?

En el vídeo Lara ha expuesto una idea, a nuestro parecer, bastante provocadora: En orientación laboral, una respuesta generada por una inteligencia artificial ¿puede tener más impacto en una persona que la misma respuesta ofrecida por su orientadora?

Este fenómeno, que a primera vista puede parecer desconcertante, nos habla del «efecto de autoridad» que muchas tecnologías digitales —especialmente la IA— ejercen sobre quiénes las consultan. Cuando una persona recibe una valoración de sus habilidades profesionales directamente de una IA como ChatGPT, puede percibirla como más «objetiva», más «científica» o más «neutra» que la opinión de una profesional humana.

¿Por qué ocurre esto?

  • La IA se percibe como una fuente de conocimiento «universal», sin sesgos personales (aunque sabemos que también puede tenerlos).
  • La distancia emocional y la estética tecnológica generan en algunas personas una mayor confianza o aceptación.
  • Existe un imaginario social que asocia «máquina» con «precisión» o «verdad», aunque sepamos que no siempre es así.

Para las orientadoras laborales, esta situación plantea un desafío y una oportunidad:

  • El desafío es no caer en la desvalorización del propio rol. La orientación laboral no se basa solo en diagnósticos de competencias: se fundamenta en la escucha activa, el acompañamiento emocional y el diseño conjunto de trayectorias personalizadas. Todo eso, de momento, sigue siendo territorio humano.
  • La oportunidad es integrar la IA como una herramienta más en los procesos de acompañamiento. Utilizar la autoridad percibida de la IA para reforzar mensajes, validar competencias o abrir conversaciones difíciles puede convertirse en una estrategia poderosa al servicio de las personas que buscan empleo.

Veamos algunos ejemplos que se nos ocurren de esto:

1. Una persona duda de que tenga habilidades útiles para el mercado laboral actual, tras haber trabajado durante años en limpieza doméstica. Se le invita a preguntarle a ChatGPT: “¿Qué habilidades transferibles puedo tener si he trabajado 10 años como empleada de hogar?” Que ChatGPT le muestre que tiene capacidades como gestión del tiempo, autonomía, resolución de problemas o empatía puede tener más peso si lo dice “la máquina”, y a partir de ahí, la orientadora puede reforzarlas y contextualizarlas.

2. Un joven que lleva tiempo desempleado quiere un trabajo en un sector con pocas salidas y no acepta bien otras alternativas. Se le propone que consulte: “¿Qué salidas profesionales tiene el Grado en Historia en España actualmente?” La IA puede ofrecer una respuesta basada en datos (mercado, empleabilidad, opciones alternativas como docencia, patrimonio, gestión cultural…). Esto permite abrir un diálogo más sereno, con menos resistencia, porque ya no es “la orientadora quitándole la ilusión”.

La autoridad que hoy se le otorga a la inteligencia artificial no es solo una cuestión técnica, sino profundamente simbólica. Cuando una persona en proceso de orientación laboral recibe una respuesta de una IA, lo que a veces interpreta no es simplemente «una sugerencia automatizada», sino una suerte de dictamen imparcial, objetivo, legítimo.

Y esto puede tener efectos ambivalentes.

Por un lado, puede servir como catalizador de confianza, si la IA valida sus competencias o le presenta nuevas oportunidades profesionales, esa persona puede abrirse a caminos que antes no consideraba posibles. Por otro lado, puede provocar cierta deslegitimación del papel de la orientadora, especialmente si esta no se siente segura manejando las mismas herramientas o si la conversación se polariza entre «lo que dice la máquina» y «lo que opina la profesional».

No se trata, por tanto, solo de usar la IA, sino de revisar nuestra posición profesional frente a ella. De recuperar la autoridad desde un lugar distinto: no desde el control del saber, sino desde el acompañamiento reflexivo, el criterio ético, y la capacidad de contextualizar la tecnología en cada situación concreta.

Porque si algo aporta la orientación laboral de calidad es precisamente eso: contexto, humanidad y mirada situada.

Reconstruir el rol desde la tecnología (y no contra ella)

Ante este escenario, el reto no es demostrar que somos mejores que una IA, sino asumir que la IA ha llegado para quedarse y que, bien utilizada, puede ser una aliada poderosa en nuestros procesos. Eso sí, solo si somos capaces de mantenernos al mando del proceso y de resignificar nuestra función profesional.

El DigCompLabor no es solo una guía de habilidades técnicas. Es una invitación a pensar qué tipo de profesionales queremos ser en la era digital:

  • ¿Vamos a limitarnos a incorporar herramientas porque están de moda?
  • ¿O vamos a transformar nuestras metodologías, nuestra forma de acompañar, nuestra manera de generar empoderamiento… a partir de estas tecnologías?

Integrar la IA en orientación laboral no significa desdibujar el vínculo humano, sino reforzarlo con nuevas capas de conocimiento, posibilidades y estrategias. Nos permite acercarnos a las personas desde lugares distintos, muchas veces más atractivos o accesibles para ellas, pero siempre con un criterio que solo la experiencia humana puede ofrecer.

El riesgo de no hacer nada

Y si no hacemos nada, si decidimos mirar la IA con desconfianza, como algo ajeno o peligroso, probablemente el mundo no nos espere. Porque la inteligencia artificial seguirá apareciendo en portales de empleo, en procesos de selección, en automatizaciones de entrevistas, en evaluaciones de competencias… y las personas a las que acompañamos tendrán que enfrentarse a ello, con o sin nosotras.

No se trata de ser expertas en programación, ni de convertirnos en tecnólogas. Se trata de entender lo suficiente como para acompañar con responsabilidad, con criterio y con capacidad de mediación. Esa es, seguramente, la nueva autoridad que debemos construir. No competir con la IA, sino ser quiénes ayudan a entenderla, a usarla y a ponerla al servicio de un proceso más humano y justo.

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