En este número, nuestro partner invitado no está en LinkedIn. No tiene Alexa. No le interesa tenerla. Tampoco es de quienes se apuntan al último dispositivo de moda o se emocionan con cada actualización del sistema operativo. Y sin embargo, lleva varios años consecutivos recibiendo el Premio de Buenas Prácticas en Tecnología Social de La Rueca Asociación.

¿La razón? Haber convertido herramientas digitales cotidianas en puentes de comunicación educativa con adolescentes. Sin postureo y sin tecnofilia. Solo con intención, escucha y sensibilidad.

Por eso Carlos es un digno partner invitado, y uno que nos cuenta su visión de la tecnología social desde las trincheras, no desde la teoría. Carlos es monitor en La Rueca Asociación, y su lugar está en la calle, en los centros juveniles, en los patios, en los parques. Acompaña a chicos y chicas en contextos complejos, donde la presencia, la confianza y el vínculo son más importantes que cualquier tecnología. Y precisamente por eso, ha sabido identificar cuándo y cómo las herramientas digitales pueden sumar en ese proceso.

Y como siempre, os dejamos, primero, con él.

Una tecnología que no deslumbra

Lejos de ver la tecnología como un fin en sí mismo, Carlos la utiliza como un medio para estar más cerca. Para él, plataformas como Instagram o WhatsApp no son moda: son lenguaje. Un idioma que habla la juventud y que, cuando se comprende, permite llegar donde antes costaba más.

Hace unos años, la llamada telefónica era el recurso habitual para contactar con adolescentes. Hoy, un mensaje directo, una historia, o incluso un reel compartido pueden ser el primer paso para generar confianza. Porque lo digital, cuando se emplea con criterio, puede convertirse en territorio educativo.

Lo más interesante de su práctica no es el uso de herramientas, sino el sentido que les da. No hay grandes despliegues técnicos ni inversión en equipamiento. La innovación de Carlos está en el enfoque: utilizar lo que ya existe, pero con otra mirada. Acompañar desde lo digital sin dejar de estar presentes en lo físico.

Por eso sus propuestas han sido reconocidas internamente como referentes de buenas prácticas en tecnología social. Porque demuestran que no hace falta ser una persona experta en TIC para hacer un uso significativo de ellas en el trabajo socioeducativo. Hace falta estar dispuesto a aprender, a probar, a equivocarse… y, sobre todo, a seguir conectando.

Incluso en este blog hemos hablado de algunas de estas buenas prácticas de las que Carlos ha sido artífice:

Tecnología social con los pies en la tierra

Carlos representa a tantas personas profesionales del ámbito social que, sin hacer ruido, transforman su forma de intervenir para seguir llegando a quienes más lo necesitan. Su historia nos recuerda que no todo el mundo tiene que ser digital por vocación, pero sí por responsabilidad.

Porque cuando las herramientas tecnológicas sirven para acercar, para comprender y para generar oportunidades, entonces estamos hablando de tecnología social. De la de verdad.

Si te interesa la Tecnología Social, este es tu sitio. 🙂

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